quarta-feira, 24 de julho de 2013

POEMAS DE VICTOR SOSA

                                                                                             
                                                                                                                                                                                                     La Luna en su furor siega retinas. Llama ara en sus eddas, sulfurosa. Su craquelado albor en verde jungla ceibas descuaja hondas. La enorme, en su tambor, álgida Luna. Y entre el salvaje, sordo, alto silencio, late atónito un púlsar. Alzan los hombres votivos obeliscos. En perigeo estiran sus escrotos hasta altivos rozar el halo blando. A estribor hembras albas que menstrúan. La brutal Luna quema, desmorona, derrite hasta el titanio. Desde entonces –desde el letal intaglio de Medusa–, el calvo sacerdocio ofrenda imberbes, linfa, arrozales, púrpura. Ni así la Luna muta. Quieta en convexa espera planetoide premedita entre fieltros sus ajorcas. Vendada como geisha en sus muñones nos mina de locura e inocula sobre las caras cráteres. La iluminada histeria de los sabios, qué eléctrica, sazona. No sin razón mareas. Escurre pétrea lava afrodisíaca. La albina al fin del África. La a negra piel tatuada. La al cielo úlcera abierta alerta Luna.

* * *
Oh, palabras no,/ porque todo está vivo: el asombro,
el esplendor,/ el éxtasis,/ el crimen.
                                                              Herberto Helder

                                                                                              Mejor que las palabras, bofetada. Surcos de garras roturando carne. Mejor el delator dolo del beso. Las como sierpes crines infinitas. La carcajada ácrata del loco sobre los glaucos rostros de los cautos. Mejor la álgida fístula del éxtasis. Trepanación o grito. Asma en borborigmos entre belfos. Mucho mejor la espada. La glotis expatriada. El sí de la sonrisa (por qué no). Letal el latigazo del áspid sobre armiño. Parca la piedra pura sudando su aridez. Mejor. Mucho mejor que un verso que no posa, que no arde si yesca, querubín rococó que tose tísico. Miren mudos el río. Moren en ese orden hasta que espasmos habiten cual ácimo pan todo el silencio. Abrásense la lengua en su nonsense. Esto no tiene nombre. Mejor segar de un tajo los dos ojos antes que descifrar, o en un incesto inútil, decir flor.

(Confiram mais poemas de Victor Sosa na edição de agosto da Zunái)

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